La fotografía de fauna salvaje exige altas dosis de trabajo y de paciencia. Es imprescindible realizar un trabajo previo de documentación para conocer a fondo la especie que queremos fotografiar, su localización, su ciclo vital, sus costumbres, etc. Una vez sabemos dónde encontrarlo y cuál es el momento más apropiado para fotografiarlo debemos urdir una estrategia para acercarnos lo suficiente al animal sin llegar a perturbar su actividad. Este acercamiento no es fácil ya que los animales son huraños y huidizos. Su experiencia les dice que han de evitar al ser humano y en cuanto notan su presencia salen corriendo. Hacen bien puesto que muchos de estos encuentros suelen acabar a escopetazos o cosas peores. A mí tampoco me hace ninguna gracia pensar que puede haber cazadores en el mismo bosque donde estoy semicamuflado haciendo fotos. En fin, de esta guisa acostumbro a moverme por el monte al rececho de animalitos, en silencio, a contra viento y semicamuflado. A pesar de todas las precauciones los animales notan mi presencia mucho antes de que yo haya evidenciado la suya. Con suerte puedo ver a lo lejos un trasero que desaparece rápidamente entre los arbustos. Pocas veces vuelvo a casa con una foto buena, sin embargo, como dice Joaquín Sabina, cuando menos te lo esperas el diablo va y se pone de tu parte.
Es la frase que mejor define lo que me pasó cierto día de invierno. Acababa de aparcar el coche y no había caminado ni cinco minutos cuando encontré el cuerpo inerte de un corzo adulto. No es precisamente la escena que busco cuando salgo a hacer fotos, pero enseguida fui consciente de la situación. En ese estado y en aquel lugar, alejado de la civilización y rodeado de fauna hambrienta, el desafortunado animal no llevaba muchas horas y tampoco iba a pasar muchas más. El proceso de reciclaje en el mundo natural es rápido y eficiente. Aquello pronto se convertiría en un aquelarre de necrófagos. Así que volví ligero al coche y salí disparado hacia mi casa en busca del hide.
Cuando regresé media hora después con mi escondite el cadáver seguía intacto.
Una vez instalado el hide mi única intervención fue desplazar el improvisado reclamo unos cincuenta metros hasta dejarlo bien a la vista de la aviación. Lo hice con intención de acelerar el proceso y para tener un fondo despejado.
Solamente tuve que esperar tres horas.
El buitre leonado no acude en solitario a un festín de estas características. Por esta zona del Pirineo pueden llegar a formarse aglomeraciones de cien o doscientos individuos.
Diez minutos después de la llegada de los primeros buitres.
Una experiencia inolvidable. Otra vez gracias a la fotografía.
Por favor, mucho respeto al medio natural cuando salgamos a hacer fotos.
Código ético de AEFONA (Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza).