La semana pasada vimos cómo conseguir una iluminación suave para nuestro bodegón a partir de una fuente de luz artificial, un paraguas difusor y un reflector. Siguiendo con este mismo hilo hoy vamos a salir al monte a realizar macrofotografía con luz natural. Os voy a mostrar qué fácil es conseguir luces suaves incluso a pleno Sol de mediodía.
En condiciones normales el Sol arroja una luz extremadamente dura y contrastada, sobretodo durante las horas centrales del día. Esta luz dura se puede utilizar con muchos propósitos. No es una luz «mala». Sin embargo, en este caso, quiero obtener una iluminación suave a partir de la luz disponible y para ello tengo varias opciones. Puedo esperar un día nublado. A los fotógrafos de exteriores nos encantan los días nublados. Las nubes actúan como un enorme difusor natural que suaviza muchísimo los rayos solares y permiten estar todo el día haciendo fotos con luz suave y uniforme. También puedo buscar una zona en sombra o acudir al lugar durante las horas crepusculares, cuando la luz del Sol no alcanza directamente al sujeto. Todas estas opciones están bien pero son limitantes porque reducen el trabajo a unos días, unas horas o unos lugares concretos.
Mi elección es otra vez la del paraguas y el reflector. En esta disciplina el sujeto es tan pequeñito que no necesitamos grandes artilugios para modificar la luz que llega hasta él.
Una vez he localizado el bichito o la florecilla improviso un pie para el paraguas con un palo y unas gomas.
Lo clavo bien en el suelo de manera que el paraguas quede entre el Sol y el sujeto y, si es necesario, relleno las sombras con mi reflector portátil.
El reflector no es más que un pedazo de cartón forrado con papel de aluminio.
En mi mochila no faltan nunca el súperreflector portátil ni unas buenas gomas de pollo. La semana que viene os explicaré las múltiples utilidades que doy en mi quehacer fotográfico a estos prácticos y económicos accesorios.
Aquí la mantis que hizo de modelo para el post.