Las cabras de la Solana

En el Pirineo las políticas faunísticas siempre van acompañadas de polémica. Mientras unos defienden la recuperación, el fomento y la protección de especies los otros opinan todo lo contrario y piden mayor control, más permisos de caza y erradicación de especies. Oso sí! Oso no! Lobo sí! Lobo no! Buitres sí! Buitres no!… En esta disyuntiva también se encuentra el curioso caso de las cabras asilvestradas (Capra aegragus).

El Pallars Sobirà es una comarca de alta montaña situada en el Pirineo Axial. Como tantas zonas rurales este territorio ha sufrido una progresiva despoblación desde la imposición del capitalismo a principios del s.XX. Muchas familias que habían subsistido tradicionalmente del policultivo y la actividad ganadera de autoconsumo no pudieron adaptarse al monocultivo de mercado y tuvieron que abandonar su tierra para emigrar hacia los núcleos urbanos del sur. A pesar del auge de las hidroeléctricas en los años 60 y la abertura al turismo en décadas posteriores, el número de habitantes en la comarca es hoy cuatro veces menor que 150 años atrás. En este desplazamiento migratorio a lo largo del s.XX muchas familias dejaron atrás sus casas pero también a sus cabras. Imagino que, con una lágrima en cada ojo, se limitaron a liberarlas y se fueron. Con el tiempo estos animales se han adaptado perfectamente a su nueva forma de vida y en muchas zonas han proliferado paralelamente a la deshumanización del terreno, llegando a formar una consolidada colonia.

Algunos han empezado a ver en las cabras silvestres una competencia por los pastos con el ganado propio y exigen más batidas de exterminio alegando que es una especie invasora, descontrolada sanitariamente y propagadora de enfermedades. Las autoridades justifican estas batidas por el peligro que suponen las cabras para los conductores que circulamos a 100 km/h por la geografía pirenaica, especialmente en invierno, cuando los animales bajan a nutrirse de la sal que lanzan las máquinas quitanieves a las carreteras. Por otro lado, los defensores de este animal afirman que, tras siglos y siglos de presencia en los rebaños locales, la cabra silvestre debe considerarse  parte del ecosistema de estas montañas. Destacan además que las cabras son el recurso más ecológico y sostenible en la prevención de incendios forestales ya que, por sus características alimenticias, estos animales mantienen el sotobosque limpio.

Arriba en las montañas, al margen del debate, un grupo de cabras silvestres intenta sobrevivir un invierno más. Al parecer, este grupo convive en armonía con sus vecinos de la Serra de la Solana. No se conocen altercados con los rebaños de xisqueta de la zona ni han provocado nunca un accidente a pesar de que se las puede encontrar frecuentemente lamiendo la carretera que lleva hacia el pueblo de Estac. Viendo lo bien adaptadas que estan al entorno y la elegancia con la que se desplazan entre rocas y arbustos uno no puede dejar de preguntarse qué especie es la invasora aquí. Yo mismo he hecho el ridículo varias veces intentando seguirlas por la montaña con mi canon. Al fin y al cabo las cabras no son responsables de la contaminación de los océanos, las armas nucleares y la basura espacial. ¿Con qué legitimidad podemos hablar nosotros de especies nocivas y devastadoras?

En fin, aquí les dejo mi modesto homenaje a este pequeño rebaño de cabras que pasta libremente por la Serra de la Solana.

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